Autor: Maseual Okichpil
Comunidad: San Miguel Tzinacapan, Cuetzalan del Progreso, Puebla

Mis manos sudaban de nerviosismo. Mis piernas temblaban de miedo. Mi voz cortaba cada una de las palabras que intentaban salir de mí. Mi corazón latía inquietantemente. Mi alma gritaba desesperada por no estar ahí. Mi mente deseaba huir pero, mi gente, mi familia, mis amigos y mis ganas por cambiar mi contexto, me hacían quedarme.
No, no fui obligado por nadie, me vi obligado por el olvido que hemos tenido muchas personas de comunidades originarias. Era momento de que nos oyeran porque los indígenas sí tenemos voz, son otros los que no escuchan.
Una pequeña maleta cargaba un montón de sueños: conocer la ciudad, hacer nuevos amigos, estudiar la universidad, regresar a mi comunidad lo mucho que me ha dado, por las raíces, por los valores, por mi cultura, por mi lengua materna, por mi identidad. La mochila gris que azotaba mi espalda de lunes a viernes también me acompañaba, esa estaba llena de las bendiciones de mamá, de los buenos deseos de mis camaradas, del apoyo de mis profesores pero sobretodo, de la confianza de mi gente.
Mi cara empapada de lágrimas todas las noches, mis deseos por abrazar a mi madre, cada día ambicionaba estar en casa nuevamente, ¿por qué? porque tenía miedo de enfrentarme a otra realidad, porque mi peor temor en ese entonces había llegado, dejar a mi mamá, dejar mi hogar, dejar a la Fuente de los Murciélagos.
Sentí el calor y el frío de la ciudad trazada por ángeles, caminé desorientado por sus calles, cientos de rostros desconocidos, las expresiones eran distintas, unas felices por andar en familia, por pasear y otras de angustia, de aflicción por no saber si la cena se serviría el día de hoy. Mi semblante era de asombro, había llegado ya, a la que se convertiría en mi morada anfitriona, a la 4 veces heroica Puebla de Zaragoza, trazada por los ángeles.

Autor: Maseual Okichpil
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