Autora: Rocío Cruz Jiménez
Comunidad: Asunción Nochixtlán, Oaxaca
Pareciera que hasta hace algunos años, el movimiento feminista en México estaba sumamente centralizado, y digo pareciera, porque en sí, lo sigue estando.
Las que rompen… las que luchan… las que gritan… las empoderadas… las que están a favor del aborto… eran las de la capital, las de las urbes. Nosotras, las de “provincia”, las de los municipios perdidos en las sierras, si acaso, lo veíamos en la televisión y solo nos contaban la historia que querían que creyéramos. Las tachaban de locas, de violentas, de agresivas y nosotras veíamos eso tan lejos y obviamente no queríamos ser así.
El año pasado, después de 4 años de vivir en Ciudad de México, me animé a ir a mi primera marcha feminista. Así, un 8 de marzo salí a las calles con compañeras de lucha, entre miles y miles de mujeres. Mi camino se cruzó con aquellas que atraviesan las mismas cosas que yo, me sentí tan abrazada, sentía que con ellas y por ellas lo quemaba todo.
Este 8 de marzo de 2021 en plena pandemia, la decisión de muchas era: ¿me quedo en casa o voy a marchar?
En esta ocasión estoy en mi pueblo, en Asunción Nochixtlán, una pequeña ciudad de 20, 400 habitantes, en la cual diariamente acosan a las chicas en la calle, una ciudad en donde no puedes pasar frente a un grupo de mototaxistas o taxistas sin que tengas que bajar de la banqueta por el miedo a que se te queden viendo o te digan algo.
A diario, el policía, el vecino, el maestro, te mira el trasero mientras caminas, uses algo corto o no... te chiflan, te mandan besos. En este pueblo, donde pareciera que no pasa nada, a más de a una mujer la han atacado, desde miradas lascivas, morbosas, hasta jaloneos en la calle, palabras ofensivas, piropos no pedidos. En esta tierra de la grana cochinilla, donde pareciera que no pasa nada, novios, esposos, parejas, etc., golpean y violentan y es por ello que en cuanto me enteré que habría una marcha sin fines políticos no dudé en asistir.
A más de una nos ha tocado ir por una vereda o camino poco transitado y que un hombre aparezca detrás, o nos cierre el paso, se baje los pantalones y se masturbe frente a nosotras. Cuando a mí me pasó, corrí tan rápido como pude, me faltaban dos cuadras para llegar a casa, mientras en otros casos hay quienes quedan paralizadas del miedo ante esta situación.
A más de una han atacado en medio del maizal a plena luz del día. A más de una la han atacado en una calle obscura. En este pueblo, en la tierra de la grana cochinilla donde parece que no pasa nada, también violan, maltratan, abusan y matan a las mujeres.
De acuerdo con la Organización Consorcio Oaxaca, de 2016 a la fecha, en los medios de prensa se lee que en nuestro municipio se ha documentado: un supuesto suicidio; seis delitos sexuales; diez casos de mujeres desaparecidas; cuatro casos de violencia familiar y cuatro feminicidios. Antes de ello, no olvidamos a la estudiante de 15 años del CETIS 102 asesinada en 2013.
Estos son solo los casos que han alcanzado una nota en el periódico o el medio masivo, sin embargo, sabemos que son muchos más, sabemos que hay cientos de denuncias sin resolver y aún más, casos sin denunciar.
Nosotras todavía nos preocupamos por no decir “malas palabras” en nuestras consignas este 8 de marzo. Recuerdo comentarios como: “ya paramos mucho el tráfico”, nos dirigimos a la presidenta diciendo “Con todo respeto”. Solo un día duraron nuestros carteles, el municipio los acaba de quitar, claro, ya viene “la época electoral” y las campañas no pueden ser manchadas de enojo, rabia y descontento, pero eso sí, el municipio regaló flores, rosas, a las mujeres diciendo que eran “el símbolo femenino.”
La lucha de las mujeres en nuestros pueblos siempre ha existido, solo que no se llama feminismo y tampoco había sido tan visibilizada. El movimiento llegó a Nochixtlán para quedarse, no se trata solo de un día y sabemos que no somos las únicas. En Huajuapan, Valles Centrales, El Papaloapan y el Istmo tenemos hermanas que también se están moviendo, vamos kueni kueni (despacito), pero el primer paso ya lo dimos y no nos van a parar; el miedo y el silencio quedaron atrás.
También es importante cuestionarnos: ¿quiénes marchamos esta primera vez en Nochixtlán? Algunas somos migrantes, que nos fuimos a la ciudad por trabajo o estudios, hoy día, la pandemia nos regresó al pueblo y gracias a nuestras trayectorias de vida cuestionamos más las violencias que nos son ejercidas en nuestros espacios. ¿De qué privilegio gozamos?, ¿a cuántas la familia, el miedo o el desconocimiento les impidió asistir?, ¿por qué la mayoría eran jóvenes de entre 16 y 24 años?
Este año fuimos 50, si no cumplen nuestras demandas, el próximo año seremos 100, y si tocan a una, responderemos todas.
Hasta que la dignidad se haga costumbre
Autora: Rocío Cruz Jiménez
Lugar de origen: Asunción, Nochixtlán, Oaxaca
Twitter: @97Roz
Instagram: @cruz_rosy97
Comments